La fuerza de la multitud

Mi reflexión se centra en los beneficios que pueden aportar a una empresa la inteligencia colectiva y la producción social.

Quieran o no las empresas, Internet permite a los usuarios hablar de ellas de una forma libre, que ellas mismas no pueden controlar. La producción social no es una moda pasajera, sino un hecho, y cuanto antes lo asuma la empresa mejor. Por ello, lo que deberían hacer las empresas es perder el miedo, participar en esa conversación, y lo que es más importante aprovecharse de ella. El usuario está cansado de que le intenten vender la moto con grandes anuncios publicitarios, lo que quiere es que se le trate de tú a tú. En el nuevo paradigma comunicacional, el usuario busca compartir su conocimiento sobre un producto o informarse sobre el mismo a través de las experiencias de otras personas. Las reseñas gratuitas que hacen estos clientes son más valiosas y menos costosas que la propia publicidad.

El otro día leí un artículo en puromarketing.com sobre el estado de salud de los banners. En él se decía que estos no iban a desaparecer porque muchas empresas apostaban por ellos, antes que por la publicidad en medios convencionales. Y yo me pregunto, ¿cuál es la eficacia de esos banners en un mundo saturado de publicidad? ¿no sería más eficiente plantearle al cliente experiencias con el producto a través de los medios sociales? Los usuarios están tan saturados de mensajes publicitarios (en la tele, la radio, Internet…) que ya no les impactan, les molestan y que intentan evitar a toda costa. Sólo las grandes creatividades, llegan a captar su atención. Con los medios sociales, las empresas tienen la oportunidad de comunicarse con sus mercados de forma directa e instantánea, y con un menor coste, ¿porqué no aprovecharse de ello? Como bien dijo Enrique Dans, la empresa debe preguntarse “qué pueden hacer los usuarios por mí”.

Según dice Jeff Howe, la inteligencia colectiva “fuerza a que las compañías vean a los usuarios como potenciales socios. Seguimos comprando cosas pero somos también partícipes del proceso por el cual los productos son creados”. El usuario pasa a ser algo más que un consumidor, y por ello las empresas deben dejar de tratarlo como tal y hacerlo partícipe. Quizás todo esto nos puede sonar un tanto utópico. El punto 80 del Manifiesto Cluetrain dice a la empresa: “no te preocupes, todavía puedes ganar dinero. Eso sí, siempre que no sea en lo único que pienses”, ¿y no lo es? Lo que si que es cierto es que la inteligencia colectiva puede beneficiar a la empresa, siempre que esta sepa hablar de manera cercana con sus usuarios.

Son muchos los casos de éxito en que las empresas han solicitado la ayuda a sus clientes y la colaboración de estos ha sido eficaz. Un ejemplo de una empresa cuya filosofía se basa en la inteligencia colectiva es latostadora.com. En esta web, además de comprar camisetas, los usuarios pueden crear sus propios diseños y venderlos. El proceso es muy fácil, abres tu propia tienda online de forma gratuita y subes los diseños que hayas elaborado. Son los usuarios los que establecen una comisión a ganar en cada venta sobre el precio que te marca la empresa, y es ella la que se encarga del resto (confección, promoción, envío…). En una noticia que apareció hace unos días en Europa Press, Ivan Arias, el director de Marketing de la compañía comentaba que en tan sólo seis meses se habían abierto 4.000 tiendas y puesto a la venta 42.000 camisetas. «uno de los pilares del crowdsourcing es la idea de que los usuarios conocen mejor que nadie los gustos y preferencias de su entorno inmediato”, añadía.

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